Es de noche, la poca luz con la que veo está producida por
las llamas de un campo de vertedero, todo está lleno de máquinas destartaladas
y llenas de oxido, es un escenario de película post-apocalíptica, en ese
momento la gente está corriendo alterada usando cualquier cosa como arma
dirigiéndose a el centro de lo que iba a ser una batalla campal. Yo sin embargo
voy en dirección opuesta chocando con la gente, esta estaba eufórica, gritando e
insultándome por huir.
Consigo salir de aquella zona de caos, estoy en mi
habitación de casa, conmigo una compañera de clase de la infancia llamada Lidia,
una chica alta, rubia de pelo liso y muy tímida, además de ella está mi hermano
en la casa, viene de vez en cuando hablar con nosotros sobre la situación. El
caso es que la situación era difícil, un tanto peliaguda, de alguna forma
teníamos bajo nuestro poder un artefacto extraterrestre robado, tenía la forma
y las piezas de un afilalápices de metal y en el medio había un hueco arqueado
separando su base en dos pilares, como si fuera un puente, de hecho así
llamábamos al objeto. El artefacto era propiedad de un alíen, una criatura que
ahora nos estaba persiguiendo buscando El Puente.
Desde la habitación nos volvimos locos intentando hacer
funcionar el artefacto, no sabíamos para que servía ni como se usaba, pero teníamos
que hacer algo con él, le dábamos vueltas, lo golpeábamos, lo acariciábamos y
nada. Mientras, a cada rato podía ver una escena de lo que le sucedía. Estaba
caminando, su color rojo oscuro impregnaba todo lo que le rodeaba formando un
extraño rastro, tenía dos brazos y dos piernas pero estas eran cortas, sus
brazos parecían los brazos de un dinosaurio bípedo, enclenques pero con fuertes
garras, las piernas eran redondas como las de un elefante, el resto de su
cuerpo era una masa obesa de carne y grasa, en el centro de la misma lo que
parecía un ombligo enorme, era un cráter enorme cuyos bordes se movían como
músculos cerrándolo y abriéndolo, a veces parecía que intentaba hablar con esos
músculos. Su cabeza era triangular, una mandíbula plana que terminaban en una
pequeña punta, de su boca relucía una dentadura con la mitad de dientes
desaparecidos, sus mirada era imperceptible, tenía unos parpados que parecían
grasa colgando, no llegaba a verlos pero él veía a través de su propia piel.
En el momento en el que se cruza a alguien veía durante un
instante el momento de sus gritos acompañados por el lento caminar de la
criatura. En la habitación no nos quedaban cosas que hacer con El Puente, lo
dejamos sobre un armario y empecé a buscar alguna arma, tiraba la ropa del
armario a prisa hasta que encontré algo con algo de punta, era una raíz de un
nabo enorme pero muy puntiagudo, estaba seco como si lo guardara como recuerdo.
Entonces me dispuse a colocarme, ahí recordé algo, un vecino nuestro iba llegar
esta noche a su casa, conociendo la situación vendría ayudarnos, toda ayuda era
vital, miraba la hora, estaba a punto de llegar Carlos y su mujer.
Escucho el coche de Carlos aparcar entre su casa y la mía,
salgo a mi balcón a gritarles cuando veo mi jardín iluminado de rojo oscuro,
escasos segundos más tarde escucho dos fuertes pero cortos gritos cerca de la
entrada a mi casa, de la cual solo veo el reflejo rojo.
Vuelvo a entrar en la habitación, Lidia está nerviosa pero
no se mueve del pánico, miro para ella y tiro el nabo al suelo, eso es inútil y
absurdo, el puente es nuestra última opción, no sabemos que hace con el pero es
su poder si puede enfrentarse al monstruo. En el pasillo que da a mi habitación
mi hermano le plantó cara, un corto grito y ya sentía sus pasos a un metro de
mi puerta.
Con El Puente en mi mano, lo miro y cojo mi uña, la coloco
en la ranura del tornillo y intento desenroscarlo, no lo muevo nada pero
entonces, una sensación potentísima me
llena el cuerpo y la mente, siento de pronto que lo comprendo todo, comprendo
toda mi vida y toda y cada uno de los segundo que he vivido, esa sensación al
instante se expande, antes de mirar para Lidia, ya la conozco, conozco sus temores,
sus sueños, todas las sensaciones que ha sentido y conozco toda su vida, a cada
instante la comprensión y asimilación de lo que me rodea aumenta infinitamente,
el extraterrestre estaba justo con la mano en el pomo pero antes de abrir sabía
dónde se encontraba cada una de sus células. Esta sensación potentísima,
desarrollo en mi una empatía suprema, comprendía tanto a Lidia que le di mi más
sincero abrazo, al abrir la puerta me lance y di un abrazo al extraterrestre,
pero este no pudo reaccionar, El Puente no solo me había sentido así con una
intensidad ilimitada sino que mis pensamientos se clavaban en la mente de
aquellos que me rodeaban, era tan poderoso que mis pensamientos formaron parte
de los suyos al instante, entonces el extraterrestre no pudo pensar otra cosa
que no fuese amor hacía los humanos y hacía nosotros.
El extraterrestre quedo inmovilizado con mi abrazo, perdió
todo su color y hasta que se convirtió en piedra.
FIN