08/07/15

Todos estamos hambrientos


Me han cogido, un grupo de traficantes enorme me lleva para su centro de operaciones, un barrio entero hecho con escombros y basura. Me tiraron al suelo en uno de sus tiendas, paredes viejas de ladrillo y unos palos sujetando un plástico como tejado.

Paso un tiempo allí solo, no me atrevo a salir, hay fuera una batalla campal, están entrando unas fuerzas especiales a desalojar el gueto.

Cuando llega la calma un hombre y una mujer bien vestidos, de traje y camisa, entran en mi cabaña, dicen que ya no hay peligro, me cogen cada uno por un brazo y me llevan a través del gueto a la salida, donde un coche impecable nos esperaba. 

Por el camino veo como estos dos estaban acompañados de un par de soldados especiales y un hombre bajito, este vestía normal pero todos obedecían sus órdenes, además este tenía un extraño color blanco, su ropa y cuerpo parecían difuminados en blanco.

El siguiente destino era una sala interrogatorio, dentro el hombre y la mujer se sentaron en sus sitio y empezaron a colocar sus papeles, en ese momento me doy cuenta de que son abogados, quieren hacerme colaborar, aunque no tenga claro con quien colaboro.

El hombre que me había sacado estaba en el centro del otro lado de la mesa, a su derecha la chica que le acompañaba, entonces me doy cuenta de lo joven y atractiva que es, a su izquierda una abogada de unos cuarenta años con mucha experiencia en estos casos. En mi lado estaba yo, medio apoyado en la esquina de la mesa, confuso sin saber nada.

El hombre empieza a preguntarme, conozco a aquellos hombres, las actividades que se llevaban a cabo, ¿Por qué le habían retenido? ¿Qué les hizo? ¿Conoce a los altos cargos de esa organización? La batería de preguntas era rápida, igual de rápida como mi sincera respuesta de “no sé”.

Cansado de preguntarme el hombre se levantó y salió a fuera, por lo poco que vi, el hombre salió por el pasillo a hablar con el hombre bajito mientras se alejaban.
Entonces la chica joven se levantó, parecía cansada y exhausta del interrogatorio, dio la vuelta y se sentó a mi lado muy cerca. La otra mujer concentrada en los papeles miraba de reojo a la chica sin extrañarse un pelo.

La chica empezó a hablarme con tono suave y agudo, acariciándome la cara, me decía lo decepcionada que la había dejado, lo vital que era mi información, con unas palabras u otras preguntaba que sabía, todo mientras acercaba su cuerpo y lo rozaba contra el mío, se sentaba en mis piernas, se habían soltado algunos botones de la camisa y me da un abrazo contra sus tetas. Sin duda hay que reconocer que estaba buenísima y mi cuerpo no está preparado para olvidarse de eso, estaba acariciando su cuerpo hasta que durante un segundo vi la mirada de la otra mujer, teñía una expresión de la que sabía que eso que estaba haciendo era su técnica habitual de interrogatorio.

En ese momento decido romper el hechizo, que mejor que darle lo que parecía querer, me lance a besarla y quitarle la ropa. Al momento ella salto escandalizada, “Para, pero que haces” mientras se levanta enfadada, “Como se te ocurre hacer eso” respondía indignada. “No sé, no entiendo cómo se me pudo pasar eso por la cabeza, ha sido un malentendido” respondo mientras ella se marcha rendida, a lo cual le doy unos acotes en el culo para que se marche, repitiendo “Es que no sé cómo se me pudo ocurrir tal cosa, perdón por el malentendido”.

Me reí un buen cacho, quería interrogarme poniéndome cachondo, me parecía graciosísimo. La otra abogada también se reía, ella dijo “hay que reconocer que todas las veces que lo hizo, pocos no caen y menos salirse de tal manera, hahaha... te felicito por la hazaña. Se levantó y me dio la mano a lo que yo, aun riendo, respondo “Ha sido todo un placer” y le doy un beso en la mano. Me vuelvo a reír a carcajadas.

Me habían llamado para una empresa, estoy en una pequeña población buscando la empresa a la que hare visita. Un hombre grande aparece con un coche, se presenta como uno de los socios y me lleva.

El Local principal parece un enorme lavadero, con tuberías de agua tiradas por todos lados, me enseña la sala de control y me deja allí con una mujer encargada de mantener todo bajo control. Poco más tarde llega otro hombre, por la cara es evidente que son hermanos, era otro soco, con este salimos y damos una vuelta por todas las instalaciones, a que se dedica la empresa no me termina de quedar claro pero si me contratan sería para hacer el mantenimiento de las instalaciones. Entre el yo nos llevamos muy bien, sin quererlo terminamos charlando en forma de chistes un buen rato.

Tengo que marchar, el hombre se despide pero me dice que cuente con que estoy contratado, llamara a los otros socios para confirmar pero no habrá problema, los otros socios son su hermano y un hombre bajito que siempre viste de blanco.

Estoy fuera, caminando por las calles del pueblo y llamando a un conocido que trabaja en una ciudad cercana si podía acercarse por allí e irnos juntos a otra ciudad donde veníamos los dos. El hombre ya llevaba varios kilómetros recorridos y no tenía tiempo para dar la vuelta.

Sigo vagando por las calles mientras considero la opción de irme a pie, entonces me entra un hambre de lobo, llevaba conmigo 2 euros y poco más, fui a un puesto y compre lo más barato que llevará más comida. Me dan en la mano un amasijo de patatas fritas, como un balón de patas apegadas entre sí. Comí un trozo del balón, un sabor a aceite quemado que haría vomitar a mi perra. Deje el resto en el suelo y me marche.

Sigo caminando por las calles mientras me esfuerzo en pensar una idea para volver a casa, en el caminar me saluda un chaval que no veo desde hace años, un chaval gay con una larga melena de rizos, sentado a la sombra de un árbol con una botella de un litro de cerveza, estaba allí mirando el paisaje hasta que me saludo.

A su saludo respondo por cortesía pero sin desconcentrarme de mis pensamientos por cómo salir de la situación.

Al rato de seguir caminando intento recomponer lo que pasó y entonces lo comprendo. “Espera pero como voy a estar aquí, seguro que estoy en un sueño. Al menos no he comido esas patatas en la realidad, es un alivio”.

Sé que estoy en un sueño pero sigo dentro de la historia, delante de mi aparca un viejo coche, de él salen dos amigos de mi ciudad, “Pero hombre que haces tú aquí, no tendrás algo para comer que estamos hambrientos”.


FIN

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