Me han cogido, un
grupo de traficantes enorme me lleva para su centro de operaciones, un barrio
entero hecho con escombros y basura. Me tiraron al suelo en uno de sus tiendas,
paredes viejas de ladrillo y unos palos sujetando un plástico como tejado.
Paso un tiempo allí
solo, no me atrevo a salir, hay fuera una batalla campal, están entrando unas
fuerzas especiales a desalojar el gueto.
Cuando llega la
calma un hombre y una mujer bien vestidos, de traje y camisa, entran en mi
cabaña, dicen que ya no hay peligro, me cogen cada uno por un brazo y me llevan
a través del gueto a la salida, donde un coche impecable nos esperaba.
Por el
camino veo como estos dos estaban acompañados de un par de soldados especiales
y un hombre bajito, este vestía normal pero todos obedecían sus órdenes, además
este tenía un extraño color blanco, su ropa y cuerpo parecían difuminados en
blanco.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuXSz2qaqdbVEgXe8yBz6LY67GEGEghIrlK2jSnUTWHh_WTleQop3kKut0eaUGzRzZrYLdI8PmRYruczR_7ewPccpgsl5hYeyQ064S_6GNNMkf8ZM2E16lJWmhSfugZrEl9mpw_29Q4XY/s320/Todos+estamos+hambrientos+1.1.png)
El hombre que me
había sacado estaba en el centro del otro lado de la mesa, a su derecha la
chica que le acompañaba, entonces me doy cuenta de lo joven y atractiva que es,
a su izquierda una abogada de unos cuarenta años con mucha experiencia en estos
casos. En mi lado estaba yo, medio apoyado en la esquina de la mesa, confuso
sin saber nada.
El hombre empieza a
preguntarme, conozco a aquellos hombres, las actividades que se llevaban a
cabo, ¿Por qué le habían retenido? ¿Qué les hizo? ¿Conoce a los altos cargos de
esa organización? La batería de preguntas era rápida, igual de rápida como mi
sincera respuesta de “no sé”.
Cansado de
preguntarme el hombre se levantó y salió a fuera, por lo poco que vi, el hombre
salió por el pasillo a hablar con el hombre bajito mientras se alejaban.
Entonces la chica
joven se levantó, parecía cansada y exhausta del interrogatorio, dio la vuelta
y se sentó a mi lado muy cerca. La otra mujer concentrada en los papeles miraba
de reojo a la chica sin extrañarse un pelo.
La chica empezó a
hablarme con tono suave y agudo, acariciándome la cara, me decía lo
decepcionada que la había dejado, lo vital que era mi información, con unas
palabras u otras preguntaba que sabía, todo mientras acercaba su cuerpo y lo
rozaba contra el mío, se sentaba en mis piernas, se habían soltado algunos
botones de la camisa y me da un abrazo contra sus tetas. Sin duda hay que
reconocer que estaba buenísima y mi cuerpo no está preparado para olvidarse de
eso, estaba acariciando su cuerpo hasta que durante un segundo vi la mirada de
la otra mujer, teñía una expresión de la que sabía que eso que estaba haciendo
era su técnica habitual de interrogatorio.
En ese momento
decido romper el hechizo, que mejor que darle lo que parecía querer, me lance a
besarla y quitarle la ropa. Al momento ella salto escandalizada, “Para, pero
que haces” mientras se levanta enfadada, “Como se te ocurre hacer eso”
respondía indignada. “No sé, no entiendo cómo se me pudo pasar eso por la
cabeza, ha sido un malentendido” respondo mientras ella se marcha rendida, a lo
cual le doy unos acotes en el culo para que se marche, repitiendo “Es que no sé
cómo se me pudo ocurrir tal cosa, perdón por el malentendido”.
Me reí un buen
cacho, quería interrogarme poniéndome cachondo, me parecía graciosísimo. La
otra abogada también se reía, ella dijo “hay que reconocer que todas las veces
que lo hizo, pocos no caen y menos salirse de tal manera, hahaha... te felicito
por la hazaña. Se levantó y me dio la mano a lo que yo, aun riendo, respondo “Ha
sido todo un placer” y le doy un beso en la mano. Me vuelvo a reír a
carcajadas.
Me habían llamado
para una empresa, estoy en una pequeña población buscando la empresa a la que
hare visita. Un hombre grande aparece con un coche, se presenta como uno de los
socios y me lleva.
El Local principal
parece un enorme lavadero, con tuberías de agua tiradas por todos lados, me enseña
la sala de control y me deja allí con una mujer encargada de mantener todo bajo
control. Poco más tarde llega otro hombre, por la cara es evidente que son hermanos,
era otro soco, con este salimos y damos una vuelta por todas las instalaciones,
a que se dedica la empresa no me termina de quedar claro pero si me contratan
sería para hacer el mantenimiento de las instalaciones. Entre el yo nos llevamos
muy bien, sin quererlo terminamos charlando en forma de chistes un buen rato.
Tengo que marchar,
el hombre se despide pero me dice que cuente con que estoy contratado, llamara
a los otros socios para confirmar pero no habrá problema, los otros socios son su
hermano y un hombre bajito que siempre viste de blanco.
Estoy fuera, caminando
por las calles del pueblo y llamando a un conocido que trabaja en una ciudad
cercana si podía acercarse por allí e irnos juntos a otra ciudad donde veníamos
los dos. El hombre ya llevaba varios kilómetros recorridos y no tenía tiempo
para dar la vuelta.
Sigo vagando por
las calles mientras considero la opción de irme a pie, entonces me entra un
hambre de lobo, llevaba conmigo 2 euros y poco más, fui a un puesto y compre lo
más barato que llevará más comida. Me dan en la mano un amasijo de patatas
fritas, como un balón de patas apegadas entre sí. Comí un trozo del balón, un
sabor a aceite quemado que haría vomitar a mi perra. Deje el resto en el suelo
y me marche.
Sigo caminando por
las calles mientras me esfuerzo en pensar una idea para volver a casa, en el
caminar me saluda un chaval que no veo desde hace años, un chaval gay con una
larga melena de rizos, sentado a la sombra de un árbol con una botella de un
litro de cerveza, estaba allí mirando el paisaje hasta que me saludo.
A su saludo
respondo por cortesía pero sin desconcentrarme de mis pensamientos por cómo
salir de la situación.
Al rato de seguir
caminando intento recomponer lo que pasó y entonces lo comprendo. “Espera pero
como voy a estar aquí, seguro que estoy en un sueño. Al menos no he comido esas
patatas en la realidad, es un alivio”.
Sé que estoy en un
sueño pero sigo dentro de la historia, delante de mi aparca un viejo coche, de
él salen dos amigos de mi ciudad, “Pero hombre que haces tú aquí, no tendrás
algo para comer que estamos hambrientos”.
FIN
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