Yo y un amigo nos
acercamos a una plaza legendaria, era un lugar especial del que se habían dicho
muchas cosas, tenía unas costumbres particulares y nunca antes habíamos ido.
La plaza era del
tamaño de un campo de fútbol, rectangular también, en los bordes se había levantado una gran pared que hacía de muralla. Tenía una puerta en cada lado,
eran altas, de hierro pintado de azul y siempre abiertas de par en par. En el
medio a un lado había otra puerta, esta era metálica, como la de un ascensor
grande.
Al entrar era un
bullicio de gente por todas partes, no se entraba, era como un mercado popular
masivo. Yo cruzo la plaza y a mi amigo lo pierdo de vista.
Llego al otro
extremo y entonces llega la hora. Suena un timbre y todo el mundo desaloja, se
llevan todo y no dejan ni un resto. Queda un vacío que solo llenamos yo y un
par de chavales que como y lo estaban viendo por primera vez.
Ahora la puerta
metálica estaba abierta, me acerco, dentro había otra sala y una nueva puerta
metálica.
Entro por
curiosidad y conmigo otro chaval que yo conozco, estamos
dentro y no ocurre nada, pasa entonces otro chaval desorientado, le animamos a
que entre.
Con los tres dentro
la puerta abierta se cierra. Notamos como si estuviéramos en un enorme ascensor
bajando. Yo miro arriba y aviso que el techo se está deformando, está
aguantando tanta fuerza el ascensor que se comprime y a nosotros con él.
El techo se nos
abalanza, los hierros y todo nos hace fuerza, yo me agacho y adopto una
posición fuerte para resistir a lo que venga, ellos dos se vuelven
claustrofóbicos, golpean a todo, se ponen histéricos y cuando ya casi no nos
quedaba espacio para respirar el techo se vuelve blando y ellos escapan
corriendo.
Yo me mantengo a la
defensiva hasta que noto que la sala ha vuelto a su forma original, me levanto
y veo la puerta que aún no se había abierto. Entro por ella un hombre vestido
de blanco. “Acompáñeme a por su recompensa” dice señalando el lugar de dónde
viene.
Dentro todo está
pintado de blanco, el lugar estaba impoluto, noto que usan tecnologías
desconocidas, todos allí parecían ricos viviendo como reyes. Al seguir a aquel
hombre tengo que cruzar lo que parece un restaurante, un restaurante de alta
clase con personas fuertes, no de constitución, sino de valor, valentía, eso
transmitían. Al pensar noté la razón de recompensarme, había demostrado
valentía en un momento crítico.
Llegamos ante el
cocinero y este me da un plato lleno a reventar de champiñones fritos, “le
acompañare al lugar dónde ha venido” dijo el guía.
Al volver hablo con
el guía, me dice que lo que é hecho ha sido la primera prueba del valor, hay 10
pruebas diferentes, entonces te convertirás en alguien lo suficientemente
valioso como para estar aquí.
Entonces fuera
recupero a mi amigo perdido y nos lanzamos a pasar todas las pruebas.
Estoy en la seis
ahora, mi amigo, un vecino y yo. El reto que nos marcaban era escapar de la
plaza pero teníamos un duro perseguidor, una criatura antropomórfica que podía
adaptar diferentes tamaños como si fuera de goma, era rapidísimo, su torso y
cara no tenían un solo pelo pero tenían un permanente color azulado, la razón
era que esa criatura mantenía su piel a menos 150 grados centígrados, su única
obsesión era tocarnos.
Nuestra única arma
era su punto fuerte, estaba a una temperatura bajísima pero no soportaba tocar
algo caliente sin no era necesario. Nuestras únicas armas eran una pared que al
empezar nos separaba, unos tubos de ventilación por los que intentaba entrar y
un montón de pescado que llevábamos encima, los cogíamos y tupíamos los
conductos con ellos, por no tocarlos daba la vuelta y buscaba otro conducto.
Corriendo me
dirigía a la salida tapando conductos, al final tenía puntería y los lanzaba a
distancia corriendo.
Cuándo estoy en la
puerta de la salido veo mi amigo correr hacía mí, casi cerramos la puerta hasta
que vemos algo que no esperábamos, vemos a mi vecino con la criatura al lado,
la tenía atada, atada a sus partes viriles, el chaval tiraba de la cuerda como
si intentara agarrar un toro, “Me has tocado y he perdido pero te vas a joder
ahora, cabrón!”. Nosotros no sabíamos cómo hacer, la criatura aprovecho nuestro absurdo bloqueo y nos tocó. Pero volveríamos intentarlo.
Estamos ahora en la
prueba nueve, la misma sala, mi amigo y yo esta vez un poco armados con navajas
y cuerdas.
Al empezar ambas
puertas se cierran, estamos encerrados, en el tejado se abren cuatro
compuertas, de ellas se escuchan ruidos tenebrosos.
Saltan sobre
nosotros unas criaturas oscuras, repletas de un moco, con pequeños tentáculos,
además de las garras en sus brazos y piernas, su cabeza parecía un yelmo negro
del que dejaba solo el hueco a dos ojos enormes y explanados.
La lucha fue una
sangría, en total entraron nueve criaturas, les estuvimos cortando
todo lo que
podíamos, el combate fue un caos asqueroso, la sala como nosotros quedó negra,
repleta de su sangre oscura, con heridas por todo el cuerpo pero aun con la
navaja en el puño.
Al superar aquella
prueba el guía volvió aparecer, nos invitó a entrar y disfrutar de las comodidades.
Nos explicó que habían creado esta sociedad especial porque querían poder
ofrecer los mejores recursos y tecnologías a la humanidad pero ellos creían en
que esos avances solo debían ser dados a aquellos individuos más poderosos,
aquellos cuyo valor sea alto, solo querían a los mejores.
Antes de
acomodarnos le estuve preguntando al guía porque nos dejaban entrar si aún no
habíamos superado el décimo nivel, ¿cuál era? ¿No había que hacerlo en la sala?
Ninguna respuesta.
Comiendo en el
restaurante empiezo a hablar con mi amigo a la vez que miro a las personas que
allí comían. Al principio solo notaba su fuerza y rudeza pero cuánto más los
observaba notaba un problema creciente. Había individuos maduros en los que se
notaba fuerza y decisión pero otros, muchos otros, comían nerviosos, miraban el
plato y parecían discutir con él, se llevaban las manos a la cabeza, notaba sus
pensamientos. Entonces lo comprendí, habían superado las pruebas, habían hecho
superado todas las pruebas pero no habían terminado de superar los
remordimientos, después de ver y hacer locuras sangrientas, sentir la muerte
tan cerca no es fácil y asestarla menos.
Entonces vi algo
más, no solo sus mentes trastornadas, también vi el extremo del trastorno, unos
hombres al final del restaurante, de lejos nadie lo diría pero de cerca noté
sus caras, sus deficiencias mentales, sus locuras parecía que les había hasta
deformado la cara.
Al discutir este
hecho con mi amigo surge la solución, existe un décimo nivel, el último, si
nadie sabe nada sobre el quizás es que no lo superaron, la auténtica prueba no
es llegar aquí, si quedamos aquí terminaremos como ellos, superar el décimo
nivel debe ser salir de aquí, demostrar que lo que somos va más allá de pasar
una vida cómoda entre enfermos.
La solución era
superar ese nivel, entonces volvemos decididos a la sala, allí solos busco en
los botones la solución, la solución aparece ella sola.
La sala cierra sus
puertas y nos introduce en un viaje, no nos movimos, no sé como pero abrimos
los ojos de pie en el mismo lugar, pero ahora ya no había nadie, el restaurante
vacío, polvo, arañas, las propias inclemencias del tiempo arrasaron con parte
de la estructura, entonces lo sabemos, han pasado tres mil años.
Buscamos gente
fuera y no hay nadie, revolvemos todo hasta que escuchamos algunos ruidos, lo
entendemos ahora, por aquel lugar solo había aquellas criaturas del nivel nueve.
Nos volvemos a la
sala, ahora nos han oído y nos persiguen, atravesamos la sala y cerramos sus
puertas desde el restaurante. Desde el restaurante solo había esa salida y
cuando lo comprobamos había un montón de esos seres encerrados en la sala.
No sabíamos cómo
seguir y entonces el tiempo volvió a avanzar, otros tres mil años nada menos.
Ahora aún estaba
más destruido todo, de hecho debíamos salir que las ruinas no nos dejan
espacio, abrimos la sala y sin saber lo que hay detrás nos lanzamos con las
navajas, están allí aquellas criaturas encerradas pero petrificadas, nosotros
desconfiábamos, quizás ellas también habían podido viajar en el tiempo.
Cuándo les clavamos
los cuchillos no respondían ni soltando sangre, excepto una que durante un
instante se le iluminaron los ojos amarillos mirando hacia mí que le había
lavado el cuchillo en su pecho.
Salimos a campo
abierto, fuera no se nota que hubo civilización, largos campos, praderas y
bosques. A partir de aquel momento vagamos por la zona. En aquella época
vivamos con lo que encontrábamos y muchas veces volvíamos a viajar en el
tiempo.
Tras varios viajes
he historias el último viaje fue de mil años, cuándo despertamos estamos en una
casa gigantes, era toda una aldea que había hecho una casa extensa para vivir
todos allí. Los lugareños eran clásicos, eran antiguos aunque tenían una
biblioteca con libros modernos, algún recuerdo extraño de otras épocas pero
vivían de forma tradicional. Del campo, la ganadería y poco más.
Nos instalamos un
tiempo allí hasta conocer a los lugareños, entonces en mi nace unas nuevas
ganas de aventura, empiezo a pensar con los lugareños y mi amigo, después de
tantas peripecias, lugares, momentos, criaturas y niveles, es este el punto
final de nuestra vida, si valemos como personas todo lo que valemos vamos dejar
nuestra vida en este pueblo alimentando vacas, no habrá algún lugar dónde
podamos volver a superarnos, algún lugar dónde encontrar un nuevo reto, quizás
lo siguiente por lo que podemos luchar sea la inmortalidad. Todos se ríen pero
al rato reflexionan.
Ni yo ni mi amigo
nunca nos esperamos que fuera posible vivir las cosas que vivimos, pero lo
hicimos, si hay alguna forma de conseguirlo somos los adecuados para buscarlo.
A los pocos días el
pueblo se volcó entre los que nos querían acompañar y los que se querían
quedar, una mujer cuya decisión nos sorprendió fue la profesora, era experta en
filosofía, la biblioteca era prácticamente solo para ella, en su rostro notamos
algo raro pero no lo entendimos.
Nos reunimos todos
en el horno, tras mucho tiempo era el lugar dónde se cocinaba el pan, dónde se
hacían los viajes en el tiempo. Frente al horno estábamos mi amigo y yo
hablando y mirando quien se apuntaba, hombres de familia, alguna mujer atrevida
y algunos chavales, ahí estaba la discusión, los padres luchando por que no y
ellos por que sí.
Entre mi amigo y yo
reflexionamos sobre ellos, “después de vivir lo que vivimos tenemos un cuerpo
joven y fuerte aún y habremos nacido hace miles de años, diez mil o por ahí, es
increíble, las historias que hicimos y ahora nos unimos a unos compañeros que
nunca han salido de su casa-poblado nada más que para sacar la vacas a pacer,
es increíble pero el tiempo nunca se detiene”.
Justo mientras
estábamos a punto de hacer el viaje en el tiempo, en el pueblo quedo en su
biblioteca la profesora, uno de sus chavales, un chico que tiene la mayoría de
edad pero se comporta aun como un niño que solo quiere jugar a sus historias,
él se acerca a dejar un libro, la profesora se acerca a él, decidida le lanza
indicadores de interés, se pone caliente frente al de forma más obvia
imposible, el chico sigue pensando en sus fantasías y no se percata pese a
tener sus tetas bloqueando el acceso a los libros, el chico como vino, se
marchó.
La profesora
decepcionada, se siente entonces como un trapo, como si no tuviera atractivo
(Qué lo tenía). La profesora coge una manta y la moja con algo, coge un papel,
le hace unas tiras rectangulares como las de un anuncio de alquilar un piso, se
tumba sobre la manta y pone el papel sobre sus piernas cruzadas, lo moja y hace
en la punta una pequeña bola, coge el mechero y le prende fuego, el líquido era
inflamable y su cuerpo se rodea de llamas, empieza a gritar de dolor pero lucha
por permanecer tumbada hasta que no puede luchar más.
FIN