La partida había empezado hacía poco, nuestros edificios
eran pocos y nada desarrollados, no habíamos luchado casi nada con ellos y la
experiencia para usar habilidades era ridícula.
Llegado a un punto en el desarrollo nos quedamos
paralizados, no podíamos avanzar, hacía falta algo, algún recurso,
actualización o experiencia. El equipo contrario también estaba en las mismas,
lo que nos dejaba en una situación de tensión sin tener tropas que luchar.
Entonces en un borde de la zona de la partida, una nave
espacial aterriza, se abre una puerta automática que abre como si abriese una
boca de la nave, de dentro salía un brillo blanco, pero al poco tiempo ya
salieron sus pasajeros, dos seres de aspecto completamente antropomorfo, de tez
negra oscura y con un tercer ojo en medio de la frente. Iban vestidos con
trajes y corbata, todo de color verde oscuro excepto el detalle de un pañuelo
blanco en la solapa.
Caminan directos al campamento enemigo, cuando se pierden
entre sus edificios los compañeros de mi bando se acercan corriendo a la nave
diciendo “tenemos que sacar algo, sino todo lo que digan a ellos será una
desventaja para nosotros”.
De la nave entran sacando al segundo algo que uno de ellos
lleva en sus manos, al momento corren a esconderse detrás de una vieja granja,
detrás en sus viejas tierras de plantación nos reunimos.
Entonces veo lo que han traído, un cerebro fresco, lo habían
sacado de un ser de esos guardado en un ataúd en medio de la nave. Ahora que
tenían algo trajeron materiales y entonces ya podían construir un edificio
especial alrededor de tal cosa.
Una vez terminado, en la mesa interior uno de ellos coge el
cuchillo y lo abre, entonces busca en sus sesos algo que debería ser valioso.
Para ese momento otro compañero dice “pero que hacemos, se van enterar antes de
que podamos usar esto para derrotar a nadie, y son extraterrestres nos
destrozaran como nada”. Ahí todos los presentes se marchan, desalojan el
edificio y sus cimientos dejándome allí solo, sosteniendo un cerebro y con una
expresión de sorpresa tan grande que aún tenía que asimilarlo para plantearme
moverme. Miro el cerebro y me repito en alto “Estoy seguro de que se van
acordar de el cerebro y no les va gustar”.
FIN
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